Opulencia.

Las cosas cambian, tanto como que ahora me guste, y no poco, Bunbury. Debido a una mezcla de eventos me quedé en Cabo, abierto a lo que apareciera. Vivir, aprender y sobre todo no hacer expectativas de nada, algo de lo que pecaba mucho. Gracias a Fernanda, gemela de Ale, salió la oportunidad de trabajar como runner en una producción publicitaria, algo que agradezco, pues a pesar de ser duro, fue algo muy gratificante.

Solventado donde dejar a Mole por los siguientes cuatro días, partí en autobús hacia a La Paz, lugar donde tendría lugar la producción publicitaria; un poco de música y dos historias de amor amenizaron el trayecto. Hasta aquel momento no sabía más que el punto, el día y la hora que debía presentarme; cuando llegué y supe quién era el cliente, una conocida marca americana de ropa básica y, vi aquellos laberintos de racks atiborrados y la cantidad de cabezas que asomaban entre ellos, realicé que aquel no sería un estreno nada sencillo. Mis compañeros llevaban días de preparativos, por lo que fue una presentación rápida y sencilla. Con nervio, un club sándwich y un whats de Fernanda: “sigue todas las reglas”, a modo de bendición, me fui a dormir. Al día siguiente comenzaría el show.

Tres días, tres locaciones diferentes, más de noventa personas, un sinfín de cajas, mesas, manteles, racks, cables, maquinas, herramientas, hieleras, sambas… y con la misión de montar, desmontar, colocar, mover, recoger, ofrecer, sostener, contar, atender, preparar, instalar, facilitar, reparar, sombrear, vigilar, decorar, repartir, traducir, “modelar”, guiar… en definitiva, todo aquello necesario para la consecución del objetivo: completar en tres días todo el contenido que el cliente había venido a buscar para el lookbook de alguna de sus campañas.

El equipo contaba con una premisa exigida: que se respirara opulencia durante todo el evento, como si de una fiesta del Gran Gatsby se tratara, debíamos mantener los caudalosos ríos y cascadas de snacks, hieleras surtidas, repletas de hielo fresco y en forma; café por allí, totopos por allá… y además, garantizar al cliente todo lo que necesitará como: baterías portátiles, abanicos, toallas, batas o variedad de prendas y protectores para cubrirse del duro sol de la Baja, pero también del frío que invadía cuando este desaparecía.

Aunque iba sobre avisado, hasta que no lo vives, no lo sientes. Nunca imaginé el desgaste físico al que me enfrentaría: un maratón que me dejó 96.900 pasos, unos 78.6 kilómetros recorridos, si lo trasladas a un mapa, es similar a la distancia que cubre entre La Paz y Todo Santos. Las horas de sueño, que no superan las cinco, fueron las únicas horas de descanso, bueno miento, las rápidas comidas y alguna ida al baño, dos minutos que saben a gloria y admito que, me lavaba dos veces las manos. Mi cuerpo acusó de irritaciones que te hacen caminar como pingüinito, bajones de azúcar y por primera vez, de una quemadura severa en ambos huecos poplíteos, nombre que aprendí gracias al sol. A pesar del desgaste, me dio tiempo para enamorarme y desenamorarme tres veces, una por día, y donde saque un sweet-talking que ni Romeo Santos, eso no estaba en el listado de misiones que debía hacer como runner, la verdad.

Volviendo a lo importante, a pesar del cansancio, aprendí del funcionamiento, operación y coordinación que hay detrás de las cámaras, y te aseguro que cuando veas mucha gente por ella, apuesto que habrá más del doble tras ella. Así que imagínate la cantidad de personas que había en la grabación de las escenas de fiesta del bueno de Jay Gatsby.

Gracias a todos por orientarme y enseñarme, pero sobre todo a mi equipo que, sin duda, por ellos repetiría otra producción.

Mi equipo: Gustavo (photoshopeado), Sara, Dani E, Victor, Edgar, Aldo, Toro, Misus, Dani R, Montse y Denisse (photoshpeada). GREEN IS GOOD

#vibralindo

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