La Casa de Palos.
En el primero añadí:
“La vida empieza donde termina tu zona de confort”
Neale Donald Walsh
Pero qué ocurre cuando creas tú, tu propio confort.
La Casa de Palos fue bautizada por Liz, la chef, cuando de forma casual entre margaritas y tacones me preguntó:
- ¿Cómo va esa “casa de palos”?
La Casa de Palos es un camper del 97 estacionada, cubierta por una estructura hecha de madera: una pérgola de carrizos y con una pequeña palapa bastante coqueta que se encuentra sobre la estructura; frente del camper un cajón de grava o sello que evita la polvadera, y que también hace la función de muro de contención para evitar sustos salvajes. El baño es exterior, se encuentra en la parte de atrás, rústico pero moderno al mismo tiempo, de esos que se ven en los hoteles de Tulum y la noche sale por un ojo de la cara.
La última semana antes de aterrizar en esta aventura, estaba nervioso, no voy a mentir, el valor de meses por marcharme se había convertido en algo de miedo por llegar, las fotos que me compartió Diego, el doble perdido de Javier Bardem y dueño de la casa, no eran alentadoras y la información que me daba era escueta; él es así, un buen tipo, pero la empatía no es realmente su fuerte. Cuando llegué, La Casa de Palos contaba con agua, luz y un colchón realmente cómodo. A pesar de no ser ningún cowboy que hace fuego con dos piedras, tras dos meses viviendo en ella, te das cuenta que era más de lo que necesitas para vivir. Desde el primer momento me adapté a las circunstancias y tiré para adelante, quizás todos esos campamentos veraniegos multiaventura, donde dormí en todo tipo de lugares y condiciones, me dio casta; sobre todo aquellas tiendas de campaña, llenas de humedad y con un olor aromatizante a muchachos en pleno cambio hormonal, que no sabíamos para que servía un desodorante.
La Casa de Palos, no había sido habitada anteriormente, me refiero a más de quince años sin movimiento, además, mes y medio antes de mi llegada, soportó sólidamente un huracán, eso conllevó a que todo tipo de insectos lo utilizarán de trinchera. Así que, la chamba comenzó con una limpieza profunda, afortunadamente estaba recién fumigada, así que lo que me encontré, ya estaba quebrado; hubo también que sacar el destornillador para ajustar ciertos tornillos, algo que me gusta mucho, así que si quieres obsequiarme algo alguna vez, regálame un taladro inalámbrico y me harás realmente feliz.
Las primeras duchas fueron duras, el agua, fría obviamente, caía sin presión, por lo que decidí usar una manguera, sin pistola de riego, tocó hacer el truco de apretar la salida de agua para aumentar la presión y así sentir la sensación de limpieza, sumado además, a tener que hacerlo junto a la llave de paso, es decir, con el cielo como abrigo, pues el agua por aquí es un bien escaso y no puedes dejar que corra mientras te enjabonas. Acostumbrado a ducharme dos veces al día, las duchas de noche fueron un callo más, el frio cae sobre el desierto y la brisa marina, que no es precisamente cálida, hacían, en términos de confort, que - amara a Dios en tierra ajena - como diría el Divo de Juárez.
Estas sesiones spa en medio del desierto, donde la piel se me puso tersa como el culito de un bebe, fue lo que me llevó a contestar a Liz.
- “Lento pero seguro”
Lento, costó arrancar, pero por el mero hecho de no saber por donde, siempre me ha costado organizarme, así que comencé con los detalles simples como comprar una manguera más larga con su correspondiente pistola de riego y una cubeta, bendita pistola, podía controlar el flujo y así recogerme de la brisa; la cubeta es básica, ayuda a pasar el trago rápidamente.
Seguro, la verdad que no hay que ser Freud para darse cuenta que soy más de corazón que de cabeza, por lo que, de otra cosa no, pero de que lo iba a hacer, estaba seguro que lo iba a hacer.
El día que llegué a La Casa de Palos, me encontré con un pequeño pasillo de adoquín a la salida del baño, de unas cuatro o cinco filas, Diego me comentó su idea de extenderlo hacia el frente para hacer el camino al baño más cómodo, al principio no le di mucha importancia, pues pisaría sobre grava, pero cuando todos los días tu camino es inestable, y sobre todo las salidas en plena madrugada, que se sentían como caminar sobre la nieve, empecé a valorar ese pequeño pasillo de adoquín y sobre todo pisar en firme, que hoy afirmo que es un placer de la vida. En diferentes puntos del terreno había adoquín, por lo que sin pensarlo mucho, o más bien pensando en aquellas visitas de madrugada, agarré la carretilla, fui recolectando el adoquín y todo comenzó. Este movimiento provocó todo, ya no hubo marcha atrás, llegó el ritmo y la creación de mi confort: hacer La Casa de Palos, un hogar. Siempre bajo la atenta mirada del jefe de obra.
Aprovecho para agradecer a mi señora madre, porque cuando cumplí quince años se acabaron los campamentos multiaventura antes mencionados y comenzaron, los conocidos en España como Campos de Trabajo: voluntariados organizados por los gobiernos autonómicos donde por las mañanas tocaba trabajar, ya fuere reconstruyendo ermitas, limpiando parques nacionales o trabajos sucios de zonas arqueológicas; por las tardes diferentes actividades más lúdicas. Estos me dieron rudeza y una agilidad con el pico, la pala y la carretilla.
Del camino del baño salió la idea de hacer una cocina y, cuando me cansaba de colocar adoquín, me pasaba al otro lado de La Casa de Palos, donde comencé a construir una zona de gimnasio, aprovechando que Diego tenía un box multifunción, y completándolo con cosas que me traje como unas ligas y cuerdas de suspensión. Para el gimnasio tocó: extender la barrera de piedras para evitar sustos de víboras o culebras, nivelar con tierra y cubrir con la grava. Finalmente, ya completé el camino firme al baño, el agua cae caliente y con presión, y me di el capricho de poner una regadera que, el agua cae como lluvia, y si, la cosa ha cambiado. Mientras avanzó con el confort, se van creando espacios nuevos, despertando ideas creativas que ojalá pueda explotar.
La Casa de Palos es temporal, es una realidad que algún día se acabará mi estancia aquí, pensar que todo lo que le estoy haciendo es en vano, sería lo más cómodo y me llevaría a no hacer nada. Hace unos días vi una de mis películas preferidas, llevaba bastante tiempo sin verla, en ella hay una parte donde dice: “Las oportunidades definen nuestra vida. Incluso las que se nos van”. Sentí orgullo de no estar dejando ir está gran oportunidad, llevaba tiempo sin sentirlo y es bonito. Podríamos decir que La Casa de Palos está siendo una vieja escuela que, además de aprender sobre albañilería y funcionalidad, me está enseñando a usar la cabeza, a organizar los siguientes pasos, lo que realmente me falta para dar el salto a la libertad, que es lo que vine a buscar en esta aventura. La primera lección ha sido: El corazón nos mueve, la cabeza nos dirige y debes encontrar el equilibrio, y todo a base de días “enfadosos”, cómo dirían aquí en la Baja, días donde el clavo no entra derecho y te peleas por sacarlo o que el adoquín te arranca un buen trozo de piel y si trabajas con limones, estos se encargan de recordarte que te pongas guantes cuando trabajes. Lo que si puedo decir es que, el primer paso lo tiene que dar el corazón, la motivación e impulso sale de él, y aunque te equivoques en los pasos que vas dando, ahí entra la cabeza, la sensación de estar haciéndolo reconforta, y eso no hay dinero que lo pague. Para que me entiendas, tu coche está realmente marrano, llevas un meses sin lavarlo, lo tienes como pendiente en la cabeza pero, lo vas postergando, un día amaneces temprano y decides hacerlo, cuando te subes a él limpio, esa revolcada en el asiento como pandita, es indescriptible, la sensación te pone tan feliz que, el tráfico no te estresa, cualquier canción que suene en la radio te gusta y te conviertes en vocalista. Esta droga ha provocado un querer construir mi castillo, no se cuando, donde, ni cómo, pero la casa va a ser diseñada y construida desde cero y tengo claro que haré lo que esté en mis manos para aportar, así que tendré que hacerme un par de cursos intensivos de cemento y tuberías.
La inspiración de este post, salió días previos a Navidad, en la cama de invitados de mis queridos roomies, Ale y Fer, donde me revolqué sabiendo que tendría el baño y la cama bajo el mismo techo por unos días, eso fue lo que más valoré en mis días de civilización. A ellos, quiero dedicar humildemente este post por todo lo que han hecho por mí, han estado ahí ayudando con todo lo que he necesitado y que finalmente gracias a ellos estoy habitando La Casa de Palos.
Por último, aprovechando las fechas, me gustaría desearte lo mejor para este año, el año de Michael Jordan, un número que atrae éxito, pero para ese éxito tuvo que sacrificarse, así que sigue sin pensar mucho en lo que te pide el corazón y poco a poco aprenderás a acomodar el adoquín de tu camino.
#vibralindo.